Prisoners

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Prisoners, la nueva película de género thriller de Denis Villeneuve ha disfrutado de excelentes críticas desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de este año.  Está siendo comparada con obras cinematográficas maestras como Mystic River (Clint Eastwood) o Seven (David Fincher) y eso es mucho decir. Demasiado decir.

Este filme relata la historia de dos familias que pierden a su hija pequeña respectivamente, y las distintas formas en las que cada una afronta la misma lucha. Tiene giros in/esperados en el guión, creando una atmósfera que te absorbe… hasta cierto punto.

Lo sustancial en esta película ya no es tanto la complejidad del secuestro o cómo se intenta empachar al espectador con razonamientos que justifiquen todo lo sucedido – esto ya nos lo han contado muchas veces y con argumentos aun mejores – sino que recae en la implicación moral que nos supone meternos en la piel de un padre desesperado por ganar una lucha en contra del tiempo que podría costarle la vida de su hija.

 Una de las flaquezas de esta película es que la lucha a contrarreloj en la que se ve sumido Keller Dover pareciera ser la misma lucha que tuvo el guionista al tener que atar cabos de una forma express, cosa que el espectador ya había hecho mucho tiempo atrás.

De todas formas hay un hecho indiscutible: los dos protagonistas, tanto Jake Ghyllenhall como Hugh Jackman hacen papeles espectaculares y son capaces de compartir pantalla sin robarle el protagonismo al otro. También merece la pena ver las actuaciones de Dylan Minnette y Viola Davis, que se destacan las pocas veces que aparecen en pantalla.

Desde la primera vez que Ghyllenhall aparece en escena, encarnando un policía con medios cuestionables llamado Loki, sabemos que tiene un pasado oscuro que va más allá de sus tatuajes y sus tics nerviosos. Una personalidad muy distinta a la que había protagonizado en Enemy, dirigida también por Villeneuve y presentada al mismo Festival mencionado. Se aprecia una estética similar en estas dos películas, pero se intercambian arañas por serpientes y dos víctimas mucho más jóvenes por un argumento más experimental que comercial.

 Hugh Jackman representa a un padre de familia obsesionado con la caza y los desastres naturales. Es el personaje con el cual el espectador crea un vínculo más fuerte, a pesar de que llegue a límites que quizás uno no llegaría. Si no te enganchas por cómo reacciona, puedes hacerlo por medio de su sufrimiento, capaz de cambiar el rumbo de la vida de las personas a direcciones insospechables.

Cuando la ley no actúa, ¿te sentirías en la obligación tú de actuar por tu propio juicio? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar? ¿Y si nos equivocamos? ¿Y si no?

Estos dilemas morales presentes en Prisoners van ligados a la figura de Dios que tiene mucha presencia en la película. Desde la primera escena el director nos adelanta que esta relación protagonista-Dios será un poco más turbia de lo que parece. Después de eso, numerosos ataques a la Iglesia se quedan sin rumbo al no profundizar en ningún tema, sino atacar por el placer y polémica de hacerlo.

El argumento en sí resulta atractivo, pero las dos horas y media que dura la película hace que nos cuestionemos si el formato elegido no es el más adecuado: ¿y si se hubiera optado por realizar una mini-serie en la que se pudieran profundizar más en los personajes y la aparente complejidad de los asesinos?

En este filme, sobrevalorado en mi opinión, se hace hincapié en detalles inconexos como la obsesión de Keller con un apocalípsis extraño, pero nunca nos queda demasiado claro el por qué de situaciones más importantes como la razón de la perturbada personalidad del policía Lokie – mucho más interesante que saber qué guarda el padre de la desaparecida en su sótano, ya que no ayuda en lo más mínimo al avance de la historia.

Relaciones pobres y clichés también son vistos como recursos para “quitar a personajes del camino” como es el caso de la relación matrimonial de Keller, que le quita verosimilitud a una película tan dramática y personal.

 Por lo tanto un fallo que encuentro en Prisoners es que personajes complejos no terminan de cerrar el círculo por falta de información, y que elementos interesantes – como las serpientes – podrían dar un juego más profundo que apenas se roza. ¿Simple capricho del guionista, representación de la tentación y del mal o elegidas por ser un animal que causa terror en la mayoría de las personas…?

De todas formas hay que agradecerle al director por los planos originalmente compuestos e intencionados. La dirección de fotografía de esta película, ambientada en una zona residencial de Atlanta, se gana el protagonismo en muchas de las escenas más que la historia que éstas mismas cuentan. A pesar de que no nos deje con algo muy sustancial, es una película visualmente bien lograda, con excelentes actuaciones y momentos de mucha carga emocional que valen la pena experimentar.

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